jueves, 2 de septiembre de 2010

La estrella azul.


La estrella azul.

Un día normal, uno como cualquier otro, mi hijo volvió a correr a mis brazos con una sonrisa en sus labios. No bien entramos al auto empezamos la conversación de siempre:
- ¿Cómo te fue hoy? ¿Te portaste bien?
- Si, papi. Me porte muy bien. ¡Mira! – mientras me indicaba el dorso de su mano derecha – me la dieron porque me porte bien.
- Te felicito. Esta muy bonita. Es una hermosa estrella de color azul. Pero bueno, dime ¿Qué aprendiste hoy?
- Hoy la Tía Javiera me enseño a buscar respuestas.
- ¿A buscar respuestas? ¿Cómo es eso?
- Es fácil, papi. Cuando se mira algo mucho tiempo puedes encontrar muchas cosas – se giró hacia mí y me dedico una gran sonrisa, mientras levantaba su mano derecha – como esta estrella, cuando buscas respuestas en ella, ves más que el azul, ves la felicidad.
- ¿En serio? – me miro con ojos extraños, pero como desde hace un tiempo que él decía esta clase de cosas, decidí seguirle el juego – claro que sí. Ahora lo veo. Veo la felicidad.
Por un momento… por solo una fracción de segundo… creí ver algo, pero no hice caso y seguí manejando hasta llegar a casa. Una vez dentro de esta, corrió por el pasillo hacia el baño para lavarse las manos. Ese día almorzaríamos tallarines. Es lo único decente que se cocinar. Mientras comíamos, en su pequeño rostro seguía brillante esa sonrisa, que hace tiempo que no veía.
- ¿Por qué sonríes? – le pregunté.
- Porque estoy muy feliz – me sonrió aun más, como si eso fuera posible, y continuo comiendo.
- Pero, ¿por qué estás feliz? - volví a insistir.
- Porque hoy encontré lo que andaba buscando.
- En serio. ¿Y qué estabas buscando?
- Ah. Eso no te lo puedo decir porque es tu regalo de cumpleaños.
Se rió y continúo almorzando sus tallarines. Como era todavía tan solo un niño lo dejé hasta ahí, sin alojar este hecho en mi memoria.
Dos días después, la noche de mi cumpleaños, luego de haber cenado con mi familia y amigos, fui abriendo sus regalos uno a uno. Mis padres me regalaron un reloj nuevo, Juan me obsequio un perfume, y así sucesivamente fui abriendo y agradeciendo cada uno de ellos. Cuando creía que los había visto todos, mi pequeño hijo apareció corriendo:
- ¡Espera! ¡Espera! Todavía falta el mío – corría hacia mí con una violeta en sus manos - tienes que ver el mío.
Cuando llegó a mi lado y me entregó la flor, dijo:
- Toma, es la respuesta a tu búsqueda.
Sin entender una palabra, me quede mirando perdidamente la flor que tanto dolor me traía. Al ver que no entendía lo que me quería transmitir, frunció el seño e indicó:
- ¡no! ¡no! ¡no! Así no se hace. Tienes que olerla mientras cierras tus ojos. Hazlo y dime que es lo que ves.
Sin pensarlo demasiado lo hice.
- ¿Qué viste? – me preguntó.
- A tu madre.
- ¡Sí! ¡Muy bien! ¡Feliz Cumpleaños! Sé que lo que más querías, aparte de un libro nuevo, era volver a ver mamá. Con esto podrás verla cuantas veces quieras.
Las lágrimas cayeron por mis ojos, lo abracé fuerte, le besé ambas mejillas y le dije:
- Muchas gracias. Es justo lo que buscaba.


A pesar que muchos piensen que solo dije eso porque amo a mi hijo, debo decirles que se equivocan. Jamás pensé que él se daría cuenta, que desde que falleció Laura, lo único que hacía era buscar una manera para poder verla otra vez. No hubo un día que no lo hiciera.
Hasta el día de hoy conservo conmigo esa violeta, que me deja ver a mi mujer todas las veces que quiera.

2 comentarios:

  1. este es el primer cuento corto q escribi...
    estaba destinado para un concurso, se supone q el tema de este debia ser la solidaridad, aunq no qdo muy marcado...
    bueno... espero q la(s) personas q lo lean les guste. ^.^

    ResponderEliminar
  2. aww me gusta este cuento :D como que te deja pensando, escribe mas historias asi n.n buenaaa historia, cuidate :D quiero leeer esa que era largaaaaaaaaaaa

    ResponderEliminar