sábado, 24 de marzo de 2012

Como se mueve el mundo.


En un parque, uno de esos con arboles, prados, bancos y juegos infantiles, en un dìa calido, con ninguna nube en el cielo, estaban peleando dos personas. Al principio solo conversaban, quizás no tan alegres como el resto de los visitantes del parque, no obstante no se levantaban de sus puestos. Al trabscurrir el tiempo el volumne de sus voces aumentaba, llegando casi a parecer que gritaban.

Estaba por explotar la situación, cuando alguien llegó y los interrumpió. Ambos calleron en completo silencio, mientras el intruso ello ese vacio con palabras vagas y sin relevancia, sin darse cuenta que complicaba el conflicto que ellos necesitaban arreglar.

En cuanto el intruso se fue, la discusión continuo, mas silenciosa de lo que habia empezado. Mas cuando se presento la ocasión , uno de ellos se fue lo mas rapido que pudo. El que quedo parecía confundido. Nadie excepto el se dio cuenta de la partida de su acompañante.

Quería irse, pero no sabía a donde. Quería hacer algo, pero no sabía que. Asi que simplemente se quedo sentado donde estaba y apoyó su cabeza en sus manos, sin saber que pensar.

De repente, a sus pies, llegó rodando una pelota de color azul. Una niña pequeña, con un vestido con muchos vuelos y bordados de color rosa, venía corriendo apurada a buscarla. A tres pasos de la pelota, la niña cayó raspandosé sus rodillas. El joven que estaba sentado, reacciono un poco tarde. Se levantó algo apurado, a tropezones. Levantó a con cuidado a la pequeña, que para su sorpresa no lloraba, si no que arreglaba su vestido y su cabello. La pequeña revisó sus rodillas y manos, se estiró, fue por la pelota y cuando levantó la cabeza para ver al joven que la había ayudado, dijo:

- Gracias – con una sonrisa que poco a poco fue desapareciendo.

El joven al ver que no se iba, le preguntó:

- ¿Estás bien?

- Si. Pero… ¿tú estás bien? – le preguntó, inclinando levemente su cabeza hacia un lado.

- Si, lo estoy – respondió el joven algo contrariado.

- Entonces, ¿por qué estas triste?

El joven medito un instante, pero a pesar de que pensó mucho, no supo que responder.

- Yo… yo… no sé – al final se rindió y se volvió a sentar en el banco.

La niña lo siguió y se colocó frente a él.

- No debes estar triste. Sea cual sea tu problema, tiene solución.

El joven la miró, con los ojos como platos, se rió en su interior y dijo:

- ¿y tú qué sabes? Mi problema no tiene solución.

- Claro que lo tiene – dijo la niña la niña de manera muy pretenciosa, juntando las cejas – mi mamá siempre decía que mientras haya a tu alrededor alguien que te quiera, todo es posible.

El joven volvio a mofarse, y dijo:

- Tu lo has dicho. Tu mamá decía eso. Quizás ahora cambio de parecer, quizás por eso ya no lo dice.

La niña se enfuruño mas, y le dijo:

- Estoy segura que mi mamá aún lo dice, solo que no puedo escucharla – su cabeza tiritaba un poco haciendo que su cabello se moviera levemente.

- ¿Cómo qué no puedes escucharla? – le dijo el joven sin pensar, puesto que creía que era una estúpida razón.

- Es que ella murió, es por eso que cuando me habla no puedo escuchar sus palabras.

El joven quedó en shock, sintiendosé un verdadero idiota. ¿Cómo podía haber dicho algo así sin pensar? Y más encima, a una pequeña de tan solo siete u ocho años.

- Lo siento - dijo, algo avergonzado.

- ¿Por qué lo sientes? – preguntó la niña extrañada.

- Porque te hice recordar lago que te causo mucha pena.

- Es verdad que cuando mamá murió lloré mucho, pero ya estoy mejor. Sé que no es toy sola, y que no importa lo que pase, puedo seguir adelante. Si me caigo, siempre hay alguien a mi lado para preguntarme como estoy. Si tengo algún problema o tengo pena, siempre hay alguien, ahí, a mi lado, para ayudarme y darme un abrazo – la pequeña tenía una enorme sonrisa en sus labios – si tú no tienes a una persona así, entonces esta bien que estes triste, pero si no, es que eres un tonto.

La pequeña se dio media vuelta yse fue corriendo hacia sus amigos que la esperaban expectantes. Como si nada ubiera pasado, la niña sicontinuó jugando y riendo, y el resto del mundo alrededor del joven siguió girando. Sin embargo, él permanecía inmivil. Su mundo continuaba en pausa.

Después de pensar un largo rato, movió la cabeza para mabos lados, se rió solo y se levantó, con una enorme sonrisa. Cuando divisó a la pequeña de vestido rosado, le sonriño y se despidiño de ella moviendo su mano.

El padre de la niña quedo estupefacto al ver que su hija respondía al gesto del extraño joven que se alejaba.

- ¿Quién es?¿lo conoces? – le preguntó, a la pequeña.

- Si, lo conosco - respondió la niña.

- Se ve feliz – comentó al padre, de manera despreocupada.

- Si, lo es.

lunes, 13 de febrero de 2012

Lo último que se pierde.


Una niña está sentada frente a una hoja en blanco, escribe que escribe, pero a pesar de que parece que empezó hace mucho, daba la impresión de que jamás acabaría. Muchos se acercan y miran por unos instantes. Quedan absortos al ver la rapidez con que se mueve el lápiz sobre el papel. Sus ojos, llenos de curiosidad, siguen el vaivén de las palabas, pero nadie se atreve a preguntar por qué escribe.

Un día, un adulto le preguntó: “¿Por qué escribes una y otra vez lo mismo?”. La niña sin desviar la mirada ni levantar el lápiz, le contestó:”Porque quiero cambiar el mundo”. El caballero se quedo mudo, sin saber cuál sería la mejor manera de proceder. Espero unos segundos, quieto como una estatua, y finalmente, se fue.

Al cabo de un rato apareció un joven. La quedo mirando absorto, como todos los demás, luego de unos segundos, fue lentamente a su lado y le preguntó: “¿Por qué escribes todo el rato lo mismo?”. La niña, otra vez, sin inmutarse le contestó: “Porque quiero cambiar el mundo”. El joven, desconcertado, se encogió de hombros y siguió su camino.

Al final del día, pasó jugando con una pelota un niño de gorra azul. La miró, con la pelota en sus manos, se acercó y le preguntó: “¿Quieres jugar?”. La niña, sin impresionarse le contestó: “No puedo, estoy ocupada”. Acto seguido, el niño le hizo la pregunta obvia: “¿Qué hace?”. “Trato de cambiar el mundo”, dijo la niña, sin mirarlo.

El niño pensó un poco, y luego le preguntó: “¿Puedo ayudarte?”. Por primera vez, la niña se detuvo, soltó el lápiz, pensó unos instantes, se volvió hacia él y le contestó: “Bueno…, si tu quieres”. El niño de la gorra azul, con una sonrisa en sus labios agito rápidamente la cabeza indicando un “sí”. La niña se movió hacia un lado, para hacerle espacio, le pasó una hoja y un lápiz, y ambos empezaron a escribir rápidamente. Al cabo de unos segundos, la niña lo miro de reojo, y sonrió.

En los días siguientes, las personas que pasaban por ahí se quedaban pasmadas mirando como dos niños escribían sin parar, y cada vez que alguien se acercaba y les preguntaba por qué escribían, ambos le contestaban con una sonrisa que “trataban de cambiar el mundo”.

El final de la historia no se conoce aún, puesto que hasta el día de hoy, hay algunos que preguntan y se van, pero hay otros que preguntan y se quedan.