Mi historia comienza hoy, justo ahora. ¿Qué cómo lo sé?
Instinto.
…
Sabía que hoy sería raro, pero no tanto. Cuando me levanté aunque
más lejano. Desayuné como siempre. Tomé un bus que se llenó en el siguiente
paradero, como siempre. Cuando llegué a la U, todo se veía apagado, gris,
estaba nublado, así que pensé era lógico. Entré en el edificio donde tenía
clases, todos estaban afuera, esperando a que abrieran la puerta. Se demoraron
como diez minutos en solucionar el asunto, pero cuando abrieron lo gritos no se
hicieron esperar. El primero fue largo, al que le siguieron unos parecidos. Asustados. Así estábamos, paralizados
por lo macabro. Hasta que una chica, de cabello castaño y pinta autoritaria, se
abrió paso entre la multitud. Iba decidida, pero en cuanto proceso lo que sus ojos
contemplaban un grito desgarrador cruzo el aire. Todo se movió en cámara lenta.
Sus gritos. Sus pasos. Su desesperación por bajar el cuerpo desnudo clavado a
la pared. Los guardias que fueron a detenerla. Todo y la masa de gente
permaneció quieto, como maniquíes en un escaparate. Igual de blancos y vivos. Si
bien nos sacaron a la fuerza, alcanzamos a ver como la chica era jalada para
que soltara el cuerpo. Cada parte logró su cometido. Los guardias alejaron al
achica de cuerpo, y ella se quedó con la cabeza del joven entre sus brazos.
Después de tanto esfuerzo siguió aferrada a él.
Las noticias volaron como la peste. Todos sabían lo que había
pasado. Había fotos del cuerpo clavado de cabeza, imágenes de la joven
abrazando los restos del joven, la entrada de los guardias, e incluso un video
que lo unía todo. Me sentía extraño. Ver su sufrimiento no me repercutía en lo más
mínimo, pero en cuanto las burlas se hicieron presentes supe que debía hacer
algo. Supe que era hora de unirme al juego.
El mensaje que había escrito en el pizarrón junto con el
cuerpo no eran más que símbolos para algunos, aunque a mis ojos era una invitación.
Únetenos. Ellos me pedían que
continuara lo que empezaron. Lo sabía. Lo sentía en mis huesos. Lo pensé un
segundo, y me vi haciendo lo que hice. Me vi cortando los miembros de ese
idiota, drenando parte de su sangre. Me vi burlándome, yo ahora, de su
sufrimiento, de su miedo, de sus gritos. Me vi disfrutándolo. Cuando abrieron
la puerta al día siguiente, hubo más gritos. Hubo más sufrimiento y más burlas.
Desde ese día cada vez que veo como se abre una puerta, le siguen gritos.