Historias cortas
martes, 22 de diciembre de 2015
Despertar
sábado, 24 de marzo de 2012
Como se mueve el mundo.
En un parque, uno de esos con arboles, prados, bancos y juegos infantiles, en un dìa calido, con ninguna nube en el cielo, estaban peleando dos personas. Al principio solo conversaban, quizás no tan alegres como el resto de los visitantes del parque, no obstante no se levantaban de sus puestos. Al trabscurrir el tiempo el volumne de sus voces aumentaba, llegando casi a parecer que gritaban.
Estaba por explotar la situación, cuando alguien llegó y los interrumpió. Ambos calleron en completo silencio, mientras el intruso ello ese vacio con palabras vagas y sin relevancia, sin darse cuenta que complicaba el conflicto que ellos necesitaban arreglar.
En cuanto el intruso se fue, la discusión continuo, mas silenciosa de lo que habia empezado. Mas cuando se presento la ocasión , uno de ellos se fue lo mas rapido que pudo. El que quedo parecía confundido. Nadie excepto el se dio cuenta de la partida de su acompañante.
Quería irse, pero no sabía a donde. Quería hacer algo, pero no sabía que. Asi que simplemente se quedo sentado donde estaba y apoyó su cabeza en sus manos, sin saber que pensar.
De repente, a sus pies, llegó rodando una pelota de color azul. Una niña pequeña, con un vestido con muchos vuelos y bordados de color rosa, venía corriendo apurada a buscarla. A tres pasos de la pelota, la niña cayó raspandosé sus rodillas. El joven que estaba sentado, reacciono un poco tarde. Se levantó algo apurado, a tropezones. Levantó a con cuidado a la pequeña, que para su sorpresa no lloraba, si no que arreglaba su vestido y su cabello. La pequeña revisó sus rodillas y manos, se estiró, fue por la pelota y cuando levantó la cabeza para ver al joven que la había ayudado, dijo:
- Gracias – con una sonrisa que poco a poco fue desapareciendo.
El joven al ver que no se iba, le preguntó:
- ¿Estás bien?
- Si. Pero… ¿tú estás bien? – le preguntó, inclinando levemente su cabeza hacia un lado.
- Si, lo estoy – respondió el joven algo contrariado.
- Entonces, ¿por qué estas triste?
El joven medito un instante, pero a pesar de que pensó mucho, no supo que responder.
- Yo… yo… no sé – al final se rindió y se volvió a sentar en el banco.
La niña lo siguió y se colocó frente a él.
- No debes estar triste. Sea cual sea tu problema, tiene solución.
El joven la miró, con los ojos como platos, se rió en su interior y dijo:
- ¿y tú qué sabes? Mi problema no tiene solución.
- Claro que lo tiene – dijo la niña la niña de manera muy pretenciosa, juntando las cejas – mi mamá siempre decía que mientras haya a tu alrededor alguien que te quiera, todo es posible.
El joven volvio a mofarse, y dijo:
- Tu lo has dicho. Tu mamá decía eso. Quizás ahora cambio de parecer, quizás por eso ya no lo dice.
La niña se enfuruño mas, y le dijo:
- Estoy segura que mi mamá aún lo dice, solo que no puedo escucharla – su cabeza tiritaba un poco haciendo que su cabello se moviera levemente.
- ¿Cómo qué no puedes escucharla? – le dijo el joven sin pensar, puesto que creía que era una estúpida razón.
- Es que ella murió, es por eso que cuando me habla no puedo escuchar sus palabras.
El joven quedó en shock, sintiendosé un verdadero idiota. ¿Cómo podía haber dicho algo así sin pensar? Y más encima, a una pequeña de tan solo siete u ocho años.
- Lo siento - dijo, algo avergonzado.
- ¿Por qué lo sientes? – preguntó la niña extrañada.
- Porque te hice recordar lago que te causo mucha pena.
- Es verdad que cuando mamá murió lloré mucho, pero ya estoy mejor. Sé que no es toy sola, y que no importa lo que pase, puedo seguir adelante. Si me caigo, siempre hay alguien a mi lado para preguntarme como estoy. Si tengo algún problema o tengo pena, siempre hay alguien, ahí, a mi lado, para ayudarme y darme un abrazo – la pequeña tenía una enorme sonrisa en sus labios – si tú no tienes a una persona así, entonces esta bien que estes triste, pero si no, es que eres un tonto.
La pequeña se dio media vuelta yse fue corriendo hacia sus amigos que la esperaban expectantes. Como si nada ubiera pasado, la niña sicontinuó jugando y riendo, y el resto del mundo alrededor del joven siguió girando. Sin embargo, él permanecía inmivil. Su mundo continuaba en pausa.
Después de pensar un largo rato, movió la cabeza para mabos lados, se rió solo y se levantó, con una enorme sonrisa. Cuando divisó a la pequeña de vestido rosado, le sonriño y se despidiño de ella moviendo su mano.
El padre de la niña quedo estupefacto al ver que su hija respondía al gesto del extraño joven que se alejaba.
- ¿Quién es?¿lo conoces? – le preguntó, a la pequeña.
- Si, lo conosco - respondió la niña.
- Se ve feliz – comentó al padre, de manera despreocupada.
- Si, lo es.
lunes, 13 de febrero de 2012
Lo último que se pierde.
Una niña está sentada frente a una hoja en blanco, escribe que escribe, pero a pesar de que parece que empezó hace mucho, daba la impresión de que jamás acabaría. Muchos se acercan y miran por unos instantes. Quedan absortos al ver la rapidez con que se mueve el lápiz sobre el papel. Sus ojos, llenos de curiosidad, siguen el vaivén de las palabas, pero nadie se atreve a preguntar por qué escribe.
Un día, un adulto le preguntó: “¿Por qué escribes una y otra vez lo mismo?”. La niña sin desviar la mirada ni levantar el lápiz, le contestó:”Porque quiero cambiar el mundo”. El caballero se quedo mudo, sin saber cuál sería la mejor manera de proceder. Espero unos segundos, quieto como una estatua, y finalmente, se fue.
Al cabo de un rato apareció un joven. La quedo mirando absorto, como todos los demás, luego de unos segundos, fue lentamente a su lado y le preguntó: “¿Por qué escribes todo el rato lo mismo?”. La niña, otra vez, sin inmutarse le contestó: “Porque quiero cambiar el mundo”. El joven, desconcertado, se encogió de hombros y siguió su camino.
Al final del día, pasó jugando con una pelota un niño de gorra azul. La miró, con la pelota en sus manos, se acercó y le preguntó: “¿Quieres jugar?”. La niña, sin impresionarse le contestó: “No puedo, estoy ocupada”. Acto seguido, el niño le hizo la pregunta obvia: “¿Qué hace?”. “Trato de cambiar el mundo”, dijo la niña, sin mirarlo.
El niño pensó un poco, y luego le preguntó: “¿Puedo ayudarte?”. Por primera vez, la niña se detuvo, soltó el lápiz, pensó unos instantes, se volvió hacia él y le contestó: “Bueno…, si tu quieres”. El niño de la gorra azul, con una sonrisa en sus labios agito rápidamente la cabeza indicando un “sí”. La niña se movió hacia un lado, para hacerle espacio, le pasó una hoja y un lápiz, y ambos empezaron a escribir rápidamente. Al cabo de unos segundos, la niña lo miro de reojo, y sonrió.
En los días siguientes, las personas que pasaban por ahí se quedaban pasmadas mirando como dos niños escribían sin parar, y cada vez que alguien se acercaba y les preguntaba por qué escribían, ambos le contestaban con una sonrisa que “trataban de cambiar el mundo”.
El final de la historia no se conoce aún, puesto que hasta el día de hoy, hay algunos que preguntan y se van, pero hay otros que preguntan y se quedan.
martes, 31 de mayo de 2011
Sueños rotos.
Una vez escuche que en la vida nunca se tienes todo lo que uno quiere, entonces pensé que lo mejor que podía hacer, para no sufrir por no conseguir lo que quiero, era no querer nada. Así, puse en práctica mi nueva idea.
sábado, 21 de mayo de 2011
Cuenta regresiva.
La locura es algo que realmente nunca entenderé.¿Quién puede? ¿Cómo pueden algunos decir que saben que es la locura si nunca la han sentido? pero... ¿cómo sabemos que nunca la hemos sentido? Estoy más que seguro que la he vivido más de una vez. ¿cómo no haberla vivido una vez, si este mundo esta patas arriba?
Solo me queda una opción, acabar con la locura de mi padre, ocupando mi propia locura. Si no acabó yo con él, él acabará conmigo. Debo apurarme... supongo que con esto será suficiente, o por lo menos eso espero.
No me queda mucho tiempo, pero aunque sé que mi vida corre peligro no sé si podre alzarme ante mi padre. Es que..¿Cómo podría odiar a la persona que me dio la vida? ¿A la persona que me abrazo cuando tuve miedo? ¿Que me protegió de los monstruos en la noche? El héroe de mis películas, pero en vida. Él que me dio una ejemplo que seguir y que me enseño las cosas buenas y malas. No sé si podré hacerlo, pero no tengo otra alternativa, ¿Cómo es que esto acabó así? ¿Cómo es que llegamos a tal extremo?
Realmente no sé cuando empezó. Pero yo vi cuando el problema se formaba y no hice nada para detenerlo. En ese momento no creí que fuera tan grave. Supongo que solo tuve miedo otra vez, como tantas otras. Solo gire mi cabeza hacia otro lado y me convencí que aquello no era significativo. Por mi ceguera deberé pagar el precio, y cargar con la muerte en mis manos. Si ya están llenas de sangre, de la sangre de mi familia, ¿qué importará añadirle un poco más? supongo que unas cuantas gotas más no importan.
Tengo que pagar mis errores, tengo que pagar por mi ceguera premeditada. Solo espero tener la fuerza para acabar con todo.
viernes, 20 de mayo de 2011
Mi despedida.
domingo, 24 de abril de 2011
La curiosidad de un gato.
Estoy aquí, como cada noche, sentado en el techo de la casa número 73 de la calle Grimmpold, mirando la ventana de la casa lado, como siempre, observando fijamente la habitación del 2.º piso, la que no tiene cortinas.
Siempre veía lo mismo. Un cuarto oscuro, sólo iluminado por la luz de la luna, que entraba por la ventana sin cortina. En las paredes había manchas deformes, irregulares, que cubrían parte de la pared visible y del clóset.
Siempre esperaba, inconscientemente, que él entrará otra vez en aquella pieza. Nunca sabía cuándo él iba a subir. Cada cierto tiempo, como alrededor de cada una o dos noches, el irrumpía en la habitación. Era un hombre alto, rechoncho, casi completamente calvo y de andar pesado.
La primera vez que lo vi, fue noche muy parecida a esta hace ya mucho tiempo, sólo que esa vez él no subió con las manos vacías. Aquella ocasión traía en sus manos un bulto grande, largo, delgado y que parecía no poder sostenerse. Sus ropas, tanto como las de él como las del bulto, estaban sucias, con lo mismo de las paredes. Lo arrastró con dificultad y lo tiró en medio de la habitación, luego lo cubrió con un trozo de tela grande y muy nervioso se fue.
Desde esa ocasión, nunca más lo he visto subir con la misma ropa o con algo en las manos. Cada cierto tiempo, veo que durante la tarde viene un coche, siempre el mismo y dentro, siempre vienen unos hombres vestidos de manera parecida, aunque no sé si siempre son los mismos. El sale de la casa a recibirlos, siempre sudando, los hace pasar con un gesto nervioso como si quisiera esconderse en vez de verlos. Después de un rato, se van, cabizbajos.
Una fresca tarde de otoño, él subió para mover el bulto y limpiar el cuarto. No pudo hacer demasiado, puesto que, sin aviso al parecer, llegó el mismo auto de siempre. Al sentir el ruido de los neumáticos y del timbre, él corrió escaleras abajo para recibirlos. Fue en ese momento cuando me di cuenta, que la ventana estaba, por primera vez, abierta.
En medio de dudas y curiosidad, decidí sin mucho apuro que debía entrar en la habitación. Así que me levanté, me estiré y salté a la pandereta, y luego al techo y al umbral de la ventana sin cortina. El olor de la habitación era pesado, lo que daba a notar que realmente no habían abierto esa habitación en semanas. Entre cerré los ojos e ingresé en el cuarto.
Lo que encontré en él no fue gran cosa. Era un cuarto mediano, con un escritorio en la misma pared de la ventana, una puerta y un clóset en la contraria. En el techo solo colgaba una ampolleta, que amenazaba con caer, y el piso, seguía sucio al igual que las paredes. La puerta estaba entre abierta, por lo que se podía escuchar levemente lo que sucedía en el piso de abajo. Empece, con mi calma de siempre, a mirar cada centímetro de la habitación, como tratando de saciar mi curiosidad. Fue en medio de esa concentración que vislumbre algo que se asomaba por la puerta del clóset.
Me acerque ruidosamente, sin importarme lo que el dueño de la casa pensará. Olí lo que parecía o alguna vez había sido una mano humana. Estaba blanca, blanda y maloliente. Sin dudarlo tire de ella. Al cabo de unos segundos me di cuenta de que no debía haberlo hecho, puesto que el bulto cayó con fuerza provocando un gran estruendo. En medio de la sorpresa, sin querer, solté un grito.
Lo que paso después fue todo demasiado rápido. Sentí fuertes pasos presurosos, que subían. De un solo golpe se abrió la puerta y él entro sudando y enojado. No entendí el por qué de su actitud, solo sé que parecía un loco mientras me gritaba:
- ¡¿QUÉ CREES QUE HACES AQUÍ? VETÉ, AHORA MISMO, LARGO DE AQUÍ! – yo, lo seguí mirando, inmóvil, sentado en el suelo.
- ¡¿ASÍ QUE NO PIENSAS MOVERTE?! – empezó a reírse y a retroceder – vamos a ver si después de esto todavía te quieres quedar.
Todavía no entiendo de donde la sacó, pero me apresure en correr. Él, a pesar de ser gordo, se movía bastante rápido, al tratar de pegarme con una escoba mientras gritaba:
- ¡LARGATE DE AQUÍ, GATO ESTU PIDO! ¡LARGATE, TE HE DICHO!
En medio de gritos y escobazos, se podía escuchar un leve sonido proveniente de la escalera. Quizás, él no pudo oírlos por su insistencia en tratar de matarme, pero aquellos hombres a los que había recibido estaban entrando en el cuarto, sin hacer el más mínimo ruido y colocando atención a la escena. Por un instante creí que se le iban a unir e intentarían pegarme también, pero estos se fueron inmediatamente contra él y lo amarraron. Mientras me escondía debajo del escritorio, para evitar más golpes, oí que decían:
- Señor Panntest, queda usted detenido por los siguientes cargos: el homicidio de su esposa y ocultar información a la policía.
Luego de un tiempo, se lo llevaron escaleras abajo, junto con otros hombres que vestían de manera parecida a ellos. Vi como se llevaban el bulto en una bolsa negra, mientras sacaban muchas fotos a la habitación. Como ya no había nada que pudiera saciar mi curiosidad decidí irme. Salte de nuevo al tejado vecino al de la habitación, tome mi lugar de siempre, me estire y espere con ansias que sucediera algo interesante.
A la mañana siguiente, aburrido de la habitual rutina, vi como la gente al pasar quedaba mirando a la casa del cuarto sin cortinas. No podía, y no puedo hasta el día de hoy, entender cómo se quedaban mirando como bobos la casa, como si pudieran ver a través de las paredes, aunque quizás pudieran… no lo sé, en realidad eso no me importa. A veces, las escuchaba murmurar, que el hombre, que alguna vez había sido su querido y amable vecino, ahora estaba preso por asesinar a su mujer y haberla escondido en un cuarto de la casa envuelta en cortinas.